Mis queridos hermanos y hermanas, permítanme compartir con ustedes la fascinante historia del arca de Noé, que nos revela la fidelidad y el juicio de Dios. Esta es una narrativa que ha resonado a lo largo de las generaciones, llena de lecciones valiosas y profundas reflexiones sobre la relación entre Dios y la humanidad.
Tal como se relata en Génesis 6-9, en los días de Noé, la maldad y la corrupción se habían extendido por toda la tierra. La violencia, la injusticia y la inmoralidad eran rampantes, y la humanidad había desviado su camino lejos de los preceptos divinos. Pero Noé, un hombre justo y recto, halló gracia ante los ojos del Señor. Su vida ejemplar y su firme fe en Dios lo distinguieron en una época de profunda decadencia moral.
El arca de Noé, nuestra nave de Salvación
Dios le ordenó a Noé que construyera un arca para salvar a su familia y a un par de cada especie animal, pues Él iba a enviar un devastador diluvio para destruir a la humanidad perversa. Noé, a pesar de no tener precedentes de tal desastre, siguió las instrucciones divinas y se dedicó a la construcción del arca, un proyecto monumental que requería no solo habilidad sino también una fe inquebrantable.
Hermanos, imaginemos el arduo trabajo y la perseverancia que Noé debió tener al levantar esa inmensa embarcación, a pesar de las burlas y la incredulidad de quienes lo rodeaban. La construcción del arca no fue solo un desafío físico, sino también un testimonio de su fe. A medida que los años pasaban, la gente lo miraba con desprecio y se preguntaba por qué había decidido construir una nave en medio de la tierra, lejos del mar. Sin embargo, Noé obedeció a Dios fielmente, convirtiéndose en un modelo de perseverancia y fe.
Cuando las aguas comenzaron a cubrir la tierra, Noé y su familia, junto con los animales, entraron en el arca. Y durante cuarenta días y cuarenta noches, la lluvia cayó sin cesar, hasta que todo lo que había sobre la faz de la tierra fue destruido. Este periodo fue una prueba intensa de fe y resistencia, no solo para Noé y su familia, sino también para los animales que estaban a bordo. Ellos experimentaron el silencio y la oscuridad de un mundo en caos, mientras aferraban su esperanza a la promesa de Dios.
Pero Dios no abandonó a Noé. Él cuidó y preservó a esta familia justa, y cuando las aguas se retiraron, hizo un pacto con Noé, prometiendo nunca más destruir la tierra de esa manera. Este pacto no solo fue un compromiso divino, sino también un símbolo de la esperanza renovada para la humanidad. La señal del arco iris se convirtió en un recordatorio de la misericordia de Dios y Su deseo de salvación para todos nosotros.
Hermanos, esta historia nos enseña la justicia de Dios, pero también Su misericordia y Su fidelidad hacia aquellos que confían en Él. Noé fue salvado porque creyó en la Palabra de Dios y obedeció Sus instrucciones. En un mundo cada vez más lleno de escepticismo, la historia del arca de Noé nos recuerda la importancia de tener fe en lo que no podemos ver y de actuar conforme a esa fe, incluso cuando el camino se torna difícil.
Que este relato nos inspire a mantener una relación íntima con nuestro Creador, a fin de que Él nos proteja en los tiempos de juicio y nos use para cumplir Sus propósitos en la tierra. La historia del arca de Noé no es solo un relato antiguo, es un llamado a la acción y a la fe en un tiempo donde la esperanza parece escasa.
¡Que la gracia y la protección de nuestro Señor Dios los acompañen, tal como lo hizo con Noé y su familia!
¡Que la gracia y la protección de nuestro Señor Dios los acompañen, tal como lo hizo con Noé y su familia! Reflexionemos también sobre cómo podemos ser instrumentos de Dios en nuestro tiempo. Cada uno de nosotros enfrenta desafíos y tentaciones, pero como Noé, podemos elegir permanecer firmes en nuestra fe. En un mundo que a menudo parece desprovisto de dirección, seamos faros de luz y esperanza, mostrando a los demás el camino hacia la salvación que Dios ofrece. Nuestro compromiso con Él es lo que puede transformar vidas y comunidades, al igual que lo hizo en la época de Noé.






